Cantar en la noche introduce en el angustioso espacio de las tinieblas una luz llena de ternura. El canto despierta en los corazones una alegría compartida. El canto anuncia que se cumple el motivo de «una gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10), una alegría que crea un pueblo reunido en torno a ese motivo de alegría para compartirla. La Navidad nos revela que el motivo del canto, de la alegría, de la unidad de un pueblo nuevo, ya no es solo una tierra, una historia, una lengua o tal vez una victoria, sino una Presencia. Al aparecer en el mundo como Niño, Dios ha creado un motivo de alegría insuperable y de unidad invencible. La unidad de la humanidad ya no es creada por la fuerza, sino por la debilidad desarmada y desarmante de un Niño tan pequeño y pobre que yace en el pesebre de un establo.

Alrededor del Niño, el canto crea un pueblo con el corazón unido. Ese pueblo nuevo, ese pueblo verdadero, ese pueblo que ninguna guerra ni catástrofe puede desintegrar, se forma entre quienes comparten la alegría del corazón por ese Niño que se nos ha regalado a todos. Jesús es el don de Dios en persona que se ofrece a cada corazón humano sediento de amor, de belleza, de verdad. En lo profundo de la noche, de la pobreza, de la fragilidad, el Niño puede convocar a todos los corazones humanos sin excepción. El canto expresa el corazón que busca y encuentra el don de su plenitud.

Cantar para Jesús se vuelve canto de amor que canta al Amor, a la belleza humana que se hace eco de la Belleza divina. Es experiencia de la luz en la noche y no solo después de la noche. En esto consiste, en el fondo, la gran paradoja, la originalidad del cristianismo: el día no es lo que sigue a la noche, y la luz no es lo que viene después de las tinieblas, como siempre nos prometen, engañándonos, las ideologías prepotentes del mundo.

La gran alegría de la Navidad no es la eliminación de la noche, sino la presencia en ella de una Luz que no se apaga. La presencia de Cristo es un amor sin vuelta atrás. Jesús nunca se ha arrepentido de haber nacido, nunca retira su presencia luminosa de la noche del mundo. Hasta el fin del mundo, Cristo es la luz que brilla en la noche, el consuelo que sorprende al corazón herido por el sufrimiento humano, la paz que brota en medio de la guerra, la misericordia que reaviva el corazón de los pecadores.

Por eso, cantar la Navidad, como los ángeles y los pastores, abre los corazones y las relaciones, abre lo humano para renacer partiendo del nacimiento de Dios en el mundo. Lo humano renace gracias al nacimiento de Dios. La noche del mundo, fecundada por la luz del Emanuel, genera y transforma a la humanidad en pueblo de Dios, el único pueblo que puede abrazar a todos los pueblos porque el motivo de su unidad es el centro del cosmos y de la historia, que se ha vuelto simple y humano como un Niño acunado por nuestro canto.

Estoy profundamente agradecido al carisma de don Giussani, fundador del movimiento Comunión y Liberación, que está en el origen de la amistad entre los que hemos llevado a cabo este trabajo. Hacerlo juntos ha dado una dimensión nueva al proyecto, por ejemplo, compartiendo las canciones desde que iban naciendo hasta que fueron grabadas, o pensando juntos cada paso a dar. Me ha sorprendido la disponibilidad gratuita de tanta gente que nos ha ayudado a realizarlo colaborando en distintas tareas y sosteniéndolo, también económicamente. Me ha conmovido la conciencia con la que mis amigos músicos han escrito y realizado las canciones. Por eso, al poco de empezar se produjo un cambio en mí: comencé a trabajar para ellos, en lugar de pensar que ellos trabajaban para mi proyecto, que sin duda había dejado ser mío nada más nacer. Mi misión era y es ayudar, con disponibilidad y tenacidad, a que el talento y la creatividad de los músicos participantes pueda llegar al mundo entero, para decir con canciones, a mi entender realmente inspiradas, lo que sucedió y sigue sucediendo hoy para mí y para todo el mundo.

De manera especial me gustaría expresar mi agradecimiento enorme a dos personas que se han dejado la piel conmigo en este proyecto y han hecho apasionante el trabajo durante estos meses: José Francisco Sánchez y Olalla Wallin.